Sunday, 5 October 2025

El bosque, los apóstoles y... los pingüinos!

La idea de ir a ver los Doce Apóstoles en nuestro último día completo en Australia surgió en torno a una botella de moscato etiquetada como "El unicornio viejo y gordo" sobre la imagen de un rinoceronte en la maravillosa casa de Alicia, una amiga de Sam en Ballarat.

Apartamos un poco la botella y los postres para extender el mapa de Lonely Planet con los 100 lugares del mundo que no te puedes perder. Para sorpresa de algunos australianos, uno de ellos es/son los Doce Apóstoles y estaban a solo dos horas de Ballarat así que, literalmente, "no nos lo podíamos perder".

El padre de Sam sugurió que paráramos antes en el bosque de Otway así que ya teníamos el plan. No contábamos de que esa mañana amaneció diluviando como la mitad de los días en Ballarat, pero no nos desanimamos. Como dicen aquí, "si no te gusta el tiempo, espera dos horas que seguro que cambia".

Pero cuando llegamos al bosque de Otway seguía lloviendo así que dudamos si entrar o no. Por suerte decidimos entrar porque fue simplemente im-presionante. Cuando paraba de llover los troncos semipelados de estos eucaliptos gigantescos refulgían para nosotros a modo de saludo. La pasarela para caminar casi por las copas de los árboles te deja sin palabras. Y si quieres acercarte un poco más al cielo, te ponen una torre. ¿Os animáis a subir?

https://youtu.be/78mIX0vshqM?si=9lN7GvHrkGBSOrc1

Para los que tengáisun poco de vértigo Sam os explica cómo andar por rsa pasarela sin mirar mucho hacia abajo 😅

https://youtu.be/i-g3VLAlkm4?si=8MSAxy7wve9IlNpc


Además de los eucaliptos, los helechos también son enormes así que podemos ver cómo se desperezan y despliegan sus enormes ramas.

Y, vistos desde arriba, cómo cubren todo el suelo con sus formas geométricas ocultando incluso el río 🤭


Pero no tenemos tiempo para entretenernos así que comemos a toda prisa mientras nos secamos un poco para llegar a los Doce Apóstoles antes del atardecer. Primero por poder contemplar a la luz del atardecer esta obra de arte que la erosión lleva cinco millones de años perfeccionando y segundo porque después del atardecer igual podemos ver... ¡pingüinos! 

Pero no nos adelantemos porque de momento ha vuelto a llover y sigue haciéndolo hasta que llegamos a los Doce Apóstoles. Quizás por haber presentado siempre mentalmente nuestros respetos a los propietarios tradicionales de cada territorio por el que pasábamos, los espíritus sin boca que pueden desencadenar las más terribles tempestades se apuadaron de nosotros y, justo cuando llegamos, apartaron las nubes y dejaron caer sobre nosotros los tan deseados rayos de sol.

Menos mal porque, aunque no sean doce, los Apóstoles son un espectáculo de curvas, estratos, puntos de fuga y un festival de tonos dorados y de ocres que parecen bailar al ritmo del bramido de las olas que continuan cincelando cada macizo de roca.

https://youtu.be/UtEHOKakauY?si=oQftQOw_9gnHkNHv

Todavía quedaba un ratito para el atardecer así que, aprovechando que habíamos traído prismáticos, me dedique a perderme con la mirada por los contornos de cada roca hasta que de pronto vi... ¡un pingüino! 🐧 (La foto es horrible, pero la pongo para que me creáis 😅).

Debía estar de vacaciones o de baja, porque acesa hora se suponía que sus compañeros estarían pescando en las gélidas aguas del Océano Índico, entre nosotros y la Antártida.

Exultantes por haber visto ya uno, nos fuimos al Puente de Londres, otra de estas fantasías geológicas en la que, según Google es más probable ver los pingüinos 🤞(y las ballenas migrando en invierno 🐋 😍).

El arco que lo unía a tierra firme colapsó en 1990, pero sigue teniendo un encanto especial.

Habíamos subido tanto las espectativas que cuando volvió a llover, a medida que se acercaba el atardecer y el helador viento de la Antártida jugaba con nosotros, nos iban flaqueando las fuerzas.

Cuando el sol simplemente se rindió y desapareció entre las nubes sin despedirse siquiera con su despliegue de rojos por el horizonte, casi nos rendimos también. Con esta oscuridad creciente, la lluvia -el frío- y a esta distancia ¿qué probabilidades hay de que veamos...?

Esperad. Estaba diciéndole a Sam que había visto uno en un extremo de la playa cuando su padre nos llamó a voces desde el otro extremo.

Entre las olas había una familia o grupo entero pingüinos remoloneando un poco antes de salir del agua.

A pesar del frío y la lluvia era imposible no sentir alegría y una sensación de privilegio de estar contenplando estas aves inverosímiles bamboleándose tranquilamente hasta perderse en la hierba y la oscuridad. 

Y ceder a la tentación de quedarse un minuto más para imaginarlos refugiándose en sus humildes nidos/agujeros entre la arena y la hierba. 

Escribo esto en el autobús rumbo a Burgos, tras sobrevolar la mitad del planeta desde las antípodas para volver, bamboleándome yo también, a mi hogar.

Así que espero que mi familia venga a buscarnos a la estación 😜

Un abrazo y... ¡hasta pronto!

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