-En qué puedo ayudarte?
La pregunta viene como el sonido del oleaje de un mar en calma. Me lo pregunta este hombre de serena mirada azul y sonrisa luminosa. Pero resulta que este hombre sencillo en vaqueros y camisa de manga corta es uno de los mejores escritores vivos en lengua portuguesa, así que con su pregunta llana y su trato de igual a igual consigue que se me escape una sonrisa que no me abandona en toda la charla.
Empezamos hablando de realismo mágico, aunque "los que se inventaron ese nombre no fueron los que escribían" y me explica que la mayor diferencia con los escritores africanos es el mayor peso de la iglesia católica en América Latina, porque aquí "los muertos nunca se van", aunque la gente vaya a diferentes iglesias, la inmensa mayoría sigue creyendo en los antepasados y conservando parte de su cultura tradicional.
El problema es el rígido sistema racionalista europeo (no sé exactamente cómo lo decía él), aunque "allí también la gente cree en los horóscopos, incluso por internet". Desde el principio empiezo a olvidarme un poco de que esto era una entrevista y de que estamos saliendo y volviendo a nuestro tema como los caminos de arena de los alrededores de Maputo.
Le reconozco enseguida que me impresionó saber que un libro tan maduro, tan lleno de imágenes sutiles, reposadas, profundas, tan lleno de Mozambique, de todas sus historias fuese escrito antes de que terminase la terrible "guerra civil" que devastó su país. Pasando de lado por los elogios como si no estuvieran me confiesa que "a mi también me sorprendió. Yo no quería escribir un libro sobre la guerra y si acaso mucho más tarde. Pero me vino así. Fué un libro que sufrí mucho escribiendolo, porque por la noche me venían historias, me visitaban los amigos muertos en la guerra. Y yo tenía que encontar UN LUGAR DE PAZ dentro de mi. Por eso tenía que escribir ese libro."
Me quedo tan encandilado con sus reflexiones que casi me cuesta seguir, pero poco a poco van desfilando los personajes en mi ayuda, como Virginia, la mujer de origen portugués que reinventaba su desconocida familia portuguesa "como hacían mis padres, contando historias del Portugal al que no podían volver durante la dictadura. Con sus historias iban creando una familia imaginaria para mi y eso me pareció muy importante". No me da pistas sobre cuáles de las historias son creencias tradicionales y cuáles inventadas, aunque sonríe maliciosamente sorteando mi pregunta y me cuenta "que en la ciudad donde yo vivía la colonización fue muy difícil y no controlaron bien la ciudad, así que cruzando la calle podía jugar con niños indios y negros. Aprendí su idioma y me contaban sus historias. Y al volver a casa se las traducía a mi familia. Ahí empecé a darme cuenta de que algo se perdía en la traducción."
Y ahí es donde empezaste a retorcer el lenguaje, le digo, intentando tirar de la manta. Sonríe maliciosamente de nuevo. Es famoso por no soltar mucha prenda en las entrevistas, aunque me confiesa que le encantó cien años de soledad, "es un libro fabuloso", dice. Y acepta la influencia de Luandinho Vieira, "pero sólo en la manera de tratar el lenguaje", matiza. Y no le saco más influencias.
Pero volvemos a lo que nos gusta, a la poesía que baña todo su libro. Le digo que no estoy de acuerdo con Francisco Noa (con el que hablé y que es una persona encantadora) en eso de que "el agua tiene en su obra una dimensión antropofágica", al contario, me parece un elemento optimista, fértil, símbolo del poder de la imaginación o del inconsciente... Con su sonrisa preveo que va a quitarse un poco de importancia, pero reconoce que "el agua y más exactamente la lluvia es un elemento de cambio y también de regeneración en las culturas tradicionales" y de las siguientes palabras no me acuerdo bien porque parece que hablara más con sus ojos marinos que ahora es como que sonrieran, pero cuando la sonrisa se contagia a sus labios entiendo que tengo que hablar de nuevo.
Le pregunto lo primero que me viene a la cabeza. "Eres biólogo, verdad?, porque yo soy médico", al instante me averguenzo un poco de las confianzas y de la simpleza de mi pregunta, pero como ya estoy rojo por merced del sol, no nota nada y me responde "pero no veo ninguna contradicción, para mi la biología es más una pasión que una profesión. Me gusta porque cuenta una historia, la de los seres vivos, y para mi se junta con la poesía y la literatura". Como no digo nada, sigue, "yo también quería ser médico, psiquiatra, pero como milité en Frelimo para luchar por la independencia de Mozambique tuve que dejar la carrera y luego cuando pude volver a estudiar, al ver a mi mujer que también es médico me di cuenta que no iba a tener tiempo sin remordimientos para la literatura, así que hice biología." Pero antes de eso fuiste periodista, digo reincorporándome a la conversación activa.
"Infelizmente el partido me hizo director de un periódico. Me encantó el periodismo, pero al ser un periódico del gobierno empecé a darme cuenta de la diferencia entre la teoría y la práctica. Así que empecé dejando el periódico y más tarde el partido" Insisto por esa línea. "Es que en la llamada "guerra civil" hubo un componente muy fuerte de religión, porque Frelimo intentaba desterrar las creencias tradicionales como "supersticiones". Sólo así se explica el enorme componente emocional, el grado de crudeza que alcanzó la guerra." Y en el discurso al final del libro, le pregunto, cuando hablas del peligro de ser dirigidos por otros, te refieres al control que África del Sur tenía sobre Renamo? "No, era una idea más general" me responde voluntariamente escueto. Y ahora ya ha muerto esa bestia que la gente había sacado como decía el discurso, ya no hay peligro de una guerra civil en Mozambique? "No, yo creo que no" responde moderadamente seguro, "pero la bestia no muere, se hace más pequeña, se domestica. Es algo desagradable que tenemos los seres humanos y que nos muestran las guerras. La gente tan amable que te estás encontrando en el viaje es la misma que llegó al grado de salvajismo que vimos en la guerra".
La gente insiste llamando a la puerta y aunque él me sigue dedicando su tiempo, entiendo que tengo que concluir. Así que lanzo el órdago: Y ahora, ¿sigues creyendo en el poder de la literatura, de la imaginación para mejorar el mundo? Habíamos hablado ya que de joven era más simplista, creía que las cosas podían cambiar rápido en una sola generación y que ahora creía que había otro tempo para los cambios sociales, pero también de que todavía no se podía creer que los acuerdos de paz llegaron entre que entregó su libro terminado, su grito de esperanza, y la publicación del libro. Tanta muerte y tanta esperanza. Allí seguía su mirada límpida y sonriente, así que estaba ansioso por escuchar su respuesta.
-Sí- responde tajante. Y sus siguientes palabras se diluyen como en Terra Sonambula, se van transformando en aire, en poesía y de nuevo en algo físico, esta vez un libro, un regalo para mi
-Feliz cumpleaños- me dice. Y así fue ;-)