Friday, 9 December 2011

Barranquilla o la nueva Colombia

Después de dejar Medellín muy a nuestro pesar, por fin llegué a Barranquilla y me fui directo a buscar a Diego a la universidad. Le vi a través de un agujerito de la puerta hecho todo un señor profesor, aunque dando mucha confianza a los alumnos de Bellas Artes




En Cuanto acabó de trabajar hicimos nuestra primera visita cultural-gastronómica ;-)




Y al día siguiente nos fuimos a pasar el fin de semana a Cartagena, la hermosa ciudad colonial rodeada de mar por todas partes. Y después vendrán las maravillosas playas bañadas de atardeceres rojos del pueblo de pescadores de Taganga, la aventura de avanzar descalzos entre los arroyos y barrizales del parque Tairona o la esencia caribeña del Macondo mítico de García Márquez: Aracataca...

Pero este blog está empezando a convertirse en algo que no quería que fuera: políticamente correcto. No se habla mucho de amor por no comprometer a nadie, ni de odios, injusticia y pobreza por no ofender la amabilidad de los muchos anfitriones. Pero después de unos días de reencontrarme con Diego (Amistad con mayúsculas), de disfrutar un amor quizás fugaz pero espontáneo y sincero, que no voy a saber agradecer; después de tanta belleza llego por fin al centro de Barranquilla: un pudridero de pobres, de carnes, de mutilados, de ñames apenas desenterrados y ya amontonándose en el suelo embarrado. Con la basura flotando en el río o rellenando los huecos de los socavones, apelmazada por las vacas en su búsqueda de los montones de tomates destripados que dejan entre el barro su jugo rojo como sangre, como un pelotón de fusilamiento... Y de vez en cuando, el amarillo de alguna montaña de fruta o la alegría amarga de un vallenato se abren paso entre el hedor nauseabundo, apartando sin despertar a los mutilados y drogadictos. Y de pasada arrancan quizá alguna media sonrisa...




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Del centro de Barranquilla han huído los nuevos ricos, los jóvenes juppies en ropa de marca han huído en desbandada sin mancharse de barro sus Nike, hasta los tranquilos barrios residenciales de las afueras. Entre la tajada de carne podrida de pobreza y el pijerío insensible e insoportable seguro que está también el delicioso manjar un poco ebrio del humor caribeño y de la vida que insiste en abrirse camino, pero está en el mismo corte de la injusticia que acabará con todo si no acabamos con todo.

Hoy no soporto esta pobreza, ni esta injusticia, ni este olor que no puedo hacerla llegar (o tal vez sí). Hoy no soporto esto y espero que vosotros tampoco:



1 comment:

Julia said...

que deprisa caminabas.... conosco una realidad parecida, no muy lejos de mi casa. besitos cesar.. sigo siguiendote...