Artículo publicado en el blog Áfricanoesunpaís el 14/12/2016
Alfombra roja en Londres para el cine africano
'Children of the Mountain', de la ghanesa Priscilla Anany, gana el premio a la mejor película
Fotograma de la película 'Gurumbé', de Miguel Ángel Rosales.
Mientras esperamos en el elegante vestíbulo del Picturehouse Central nos ofrecen una copa de champán. En breves instantes comenzará la primera proyección del festival de cine africano Film Africa de Londres. La enorme sala de cine está vacía y silenciosa. Expectante.
Fotograma del documental Roaring Abyss de Quino Piñero
En la oscuridad, como el ciego etíope del documental Roaring Abyss del español Quino Piñero. Esperando hasta que su padre puso en sus manos una modesta flauta wahent de color negro. Así como Luis Braille esculpió letras para que su hijo pudiera leer, este padre etíope le dio al suyo un instrumento que ya se usaba en tiempos del rey David. Y comenzó a tocar. Tocaba con los granjeros y aprendía de ellos. Tocaba, y se aclaraban sus pensamientos. La música fue su escuela y abrió sus ojos.
Como se abrieron los de los espectadores del Picturehouse y de otras salas de cine londinenses a una realidad que muchos conocíamos solo en parte: la enorme riqueza de las culturas africanas. Mostrándonos por ejemplo las emociones sutiles que se puede conseguir transmitir con un iPhone. Si se tiene, claro, el talento de la ruandesa Anisia Uzeyman y una road movie que contar: Dreamsters.
Fotograma de la película Kalushi de Mandla Walter Dube
El festival decide comenzar proyectando sobre la gran pantalla un ejemplo de lucha por la dignidad en tiempos del apartheid. La de Solomon Mahlangu en la película Kalushi, del sudafricano Mandla Walter Dube. Después de la ternura y de la violencia que desbordan las imágenes durante toda la película, el discurso final del protagonista consigue condensar toda esa emoción. Azuzada si cabe un poco más con las palabras enardecidas del actor Thabo Rametsi, recordando las luchas que aún quedan por ganar en la Sudáfrica de hoy.
En un descanso del festival, pudimos ver grandes ejemplos de sufrimiento y de dignidad en la lucha por la libertad en el impactante museo de la esclavitud de Liverpool. Esta ciudad superó a Londres como centro del comercio de esclavos del Reino Unido, pero ahora recupera al menos la memoria. Y tuvimos la suerte de charlar con Jon Daniel en su exposición Afro Supa Hero sobre héroes africanos de ficción y sobre los de carne y hueso. Según Daniel, en muchos casos los reales superan a los de ficción. Pero todos ellos le sirvieron de referentes, pues todos necesitamos modelos a los que poder imitar.
El autor con Jon Daniel en su exposición Afro Supa Hero en Liverpool.
Volviendo a las pantallas de cine descubrimos que algunos esclavos no partían directamente a las plantaciones americanas, sino que se quedaban en Europa. Concretamente en España. En su magnífico documental Gurumbé, el español Miguel Ángel Rosales nos muestra que uno de cada 10 gaditanos alrededor de 1700 eran esclavos negros. “Siento vergüenza” oigo decir a la chica española de la butaca de al lado. Sentimos vergüenza sobre todo porque no lo sabíamos. Vergüenza por el olvido. Pero Gurumbé es también un homenaje a la inmensa influencia africana en nuestra cultura. Por ejemplo en el flamenco. Cuando la mano no encuentra la piel del tambor –oímos en el documental-, hace música con lo que tiene, incluso con el propio cuerpo…
Recorte del cartel the la película Children of the mountain.
La lucha por la dignidad tiene distintos frentes, como nos enseña la película ganadora del festival Children of the Mountain, de la ghanesa Priscilla Anany. En una historia llena de matices y de sensibilidad, una madre sin recursos debe luchar contra el estigma social y sus propias debilidades para ayudar a su hijo que ha nacido con labio leporino y que no puede ni caminar. Quizás por su poder como metáfora de la fuerza, la esperanza y la resistencia del pueblo africano, -así como por la casi brutal honestidad con la que muestra sus debilidades- es por lo que se ha ganado el corazón de los espectadores de este festival.
En esta muestra de lujo de la riqueza del cine africano, también reflexionamos sobre la muerte, en este caso de la mano del amable director keniano Mbithi Masya. En su película Kati Kati nos hace identificarnos con la amnésica protagonista que de repente se encuentra en un mundo surrealista en que le informan de que ya está muerta. Poco a poco iremos aprendiendo con ella quizás más sobre la vida, el sentimiento de culpa y de vergüenza, que sobre la muerte. Y por supuesto sobre el amor.
Organizadores del Film Africa en la gala de clausura
Aunque para historia de amor, y dado que no podía faltar en un festival de cine africano una película de Nollywood, tenemos Gidi Blues – A Lagos Love Story. Quizás la más comercial de las películas del festival, pero en la que podemos ver el crudo contraste entre los barrios ricos y pobres de Lagos. Y en la que se incluye una crítica tanto a la hipocresía de los mayores como a la superficialidad y egoísmo de algunos jóvenes. Terminando eso sí con final feliz.
Fotograma de la película Gidi Blues del nigeriano Femi Odugbemi.
El festival termina como empezó, con crítica social. El director maliense Douda Coulibaly en su película Wùlu intenta responder con valentía a la pregunta “¿Cómo hemos podido llegar a esto?” que se planteó tras la guerra y la intervención francesa en Mali. Se centra más en las causas económicas, en la pobreza y el narcotráfico que en Al-Qaeda o la situación de los tuareg. La historia además muestra, a través de la dificultad de comunicación del protagonista, la incomunicación del mundo en que vivimos. Como nos comentó después el director, “si Ladji hubiera sido capaz de expresar sus sentimientos no habría habido película”.
Una prueba más de que la larga lucha por la dignidad, haya o no alfombra roja bajo nuestros pies, no ha terminado. Y de que el cine, como la flauta wahent que le regaló su padre al ciego etíope, puede abrirnos los ojos a una realidad que desconocíamos.
Así, gracias a esta inspiradora muestra de cine africano, resuenan en Londres las últimas palabras de Solomon Mahlangu antes de ser ejecutado:
“Díganle a mi gente que los amo, y que tienen que seguir luchando.”
*César Pérez Herrero: Médico de Familia cooperante de Médicos Sin Fronteras y Máster en Estudios literarios por la Universidad Complutense de Madrid enfocándose en Literatura Africana. Hizo un viaje en solitario de año y medio por 22 países africanos y su mochila sigue siempre a mano para emprender un nuevo viaje. Su blog de viajes: http://www.lolyplanet.blogspot.com/