Descalza, con un sencillo bubú blanco con puntitos de colores aparece entre los obreros parsimoniosamente Ken Bugul, como si quisiera fingir una vejez que todavía no la ha alcanzado.
Subimos a su casa, sobria y confortable, con el único "exceso" de un espléndido trono de Benín rodeado de estanterías de libros y comenzamos hablando directamente de su libro "El baobab que enloqueció", de la magia de los baobabs sagrados que protegen y castigan al pueblo que les venera, que ríen, lloran y sueñan con él y de SU baobab (un baobab real y concreto) con el que ella quería identificarse por su solidez, por sus fuertes raíces.
- Yo lo maté. Él murió para que yo pudiera vivir...
No me sirvió de nada conocer ya la historia de su novela, su propia historia. Una niña separada tempranamente y sin explicaciones de su madre. Una joven que tras conseguir viajar a occidente no es capaz de encontrar allí las raíces perdidas. Una mujer que al volver a su país se encuentra con SU baobab, que sigue en pie, que parece seguir con vida, pero...
"Tenía una cita con el baobab, no había acudido y no pude avisarle, no me atreví. Ese encuentro al que falté le provocó una enorme tristeza. Se volvió loco y murió poco tiempo después" (pág 181)
¿Ocurrió de verdad? ¿Puede un Baobab morir de tristeza?
- No UN baobab, EL baobab. En Senegal puedes ver muchos baobabs, árboles como otros cualquiera. Pero en cada pueblo hay un baobab sagrado,un árbol ligado completamente a la vida de la gente de ese pueblo al que conoce y protege. Y cuando de pronto, sin enfermar previamente, muere y cae sobre la tierra, la gente sabe que ha muerto para salvarles de algún peligro.
En mi caso yo sé que murió para que, después de mi experiencia traumática, yo pudiera comenzar una nueva vida.
Le comento que el libro parece escrito en pleno derrumbe emocional, con una estructura a veces desmembrada que expresa muy bien los sentimientos del personaje.
- Mientras estaba en Bélgica escribí muy poco, sólo unas notas a modo de nostalgia del pueblo natal, que llevaban también al baobab en el título. Pero el libro lo escribí unos diez años después, tras la terrible experiencia que viví en Francia -maltratada por el hombre al que amaba, narrada posteriormente en "Las cenizas y las brasas"- y de la que volví hecha pedazos.
Unos amigos habían guardado mis notas. Les pedí que me las enviaran pero me dí cuenta que esa ya no era la historia que quería contar, así que el libro lo escribí sin consultarlas.
Y ¿cómo consiguió "enraizarse" de nuevo? -pregunto petrificado en mi sillón, fascinado por la fuerza de esta valerosa mujer- ¿Intentó recuperar la relación con su madre?
- Tienes que tener en cuenta la importancia del pudor en África. Tú no puedes ir directamente a tu padre o tu madre y decirle que te sientes abandonada o algo así. Existe la figura del tío materno para hablar con tu madre (o la tía paterna para hablar con el padre), pero en mi caso ya estaba muerto, así que no podía recurrir a él.
La relación con mi madre no era fría, pero tampoco era "íntima". Y eso ya no lo pude recuperar. Cuando volví de Bélgica viví con unas amigas, no con ningún familiar, era ya una mujer independiente. Pero por suerte hay otras raíces, otra unión con el pueblo y con la tierra natal...
Por salir de esos recuerdos dolorosos, pero siguiendo con el primer libro, alabo su valentía al tratar el tema de la bisexualidad/homosexualidad al descubrir que su pareja en Bélgica tiene "tendencias homosexuales" y lo compara con un "esclavo de la familia"...
- Pero si la homosexualidad era completamente aceptada antes en Senegal! -me contesta riendo-. Gor-Djigen, como le llamábamos, hombre-mujer, era respetado a pesar de sus maneras -y con toda naturalidad se pone a imitar los gestos y formas de hablar de su "esclavo". Su vis cómica creo que es la menos conocida de esta polifacética mujer, pero llena de momentos desternillantes el resto de la conversación-.
En África seguimos llamando "esclavos" cariñosamente a los descendientes de los verdaderos esclavos que pertenecieron a la familia. O a los primos por parte de padre que teóricamente son nuestros esclavos. Pero a ellos les gusta, es una forma de sentirse "ligados" a la familia. La pertenencia, el tener tu sitio en la sociedad es muy importante.
Por ejemplo, cuando te vayas, mi hija podría venir y decirme -de nuevo el despliegue interpretativo- "Quién es este badolo, que ha venido a casa a estas horas sin traer ni pan ni nada para invitarnos a desayunar"? -y nos echamos los dos a reír, yo un poco "pillado in fraganti" por la repentina acusación-.
"Badolo" es un término despectivo aunque a veces se diga cariñosamente, para referirse al hombre común, que no tiene casta que no es griot, ni familia real, ni artesano... De hecho los griot para embellecerlo si quisieran sacarte algún dinero cantando tus alabanzas te llamarían "guer", un eufemismo. Como no tienes casta deberías ser un erudito o alguien importante.
Y usted ¿de qué casta es? -pregunto
- Badolo -afirma rotunda y estallamos los dos en carcajadas.
- También hay que tener en cuenta que con la crisis de los ochenta y los duros planes de ajuste estructural del Banco Mundial, Senegal acabó pidiendo dinero a los países árabes que fueron enviando "infiltrados" al país y que trataron de implantar su forma de ver la religión, la sharia... Y es en parte responsable de la "esquizofrenia" que sufre el Senegal actual entre sus propias tradiciones, las distintas versiones del islam y el capitalismo. Es curioso que hablemos de esto ahora en referencia al "Baobab que enloqueció" cuando es el tema del libro que acabo de terminar.
Pero antes de que la conversación se encamine por los senderos de la actualidad no quiero que se me pase preguntarle por la experiencia que cuenta en "Riwan o el camino de arena" en que tras volver de la traumática experiencia en Francia, la mujer "liberada" y occidentalizada se convierte en... la 28ª esposa de un marabout!
- Fue una experiencia maravillosa. Pero no era exactamente una esposa. Un marabout, como cualquier musulmán sólo puede tener cuatro esposas. Una debe ser de la propia familia, otra de una familia erudita, otra de familia real y la última de una familia diferente. Las demás son "taco", que significa "vínculo" ("le lien" en francés) -repite mientras cierra los puños con fuerza para resaltar la importancia de ese "algo" inmaterial que los une.
Yo lo conocía desde pequeña. Y cuando volví de Francia hecha pedazos todo el mundo me rechazó (por eso ahora no digo a casi nadie que estoy aquí, me cuesta olvidar cómo me trataron). Así que acudí a él para recibir ayuda espiritual y él me apoyó y me dió consejos y ternura. Un día me propuso "taco". Pero no tine nada que ver con el sexo, él tenía ya más de noventa años! Yo ni siquiera vivía con él. Iba a verle casi todos los días caminando, por eso el libro se titula "el camino de arena".
Muchas veces el marabout acoge en su casa a mujeres rechazadas por la sociedad y se liga a ellas para valorizarlas, para darles autoestima. Imagínate, no sólo te dice lo que vales sino que elige ligarse a ti. Eso te hace recuperar mucha confianza en ti misma
Además las otras mujeres del marabout me enseñaron muchísimo. A mí, la supuesta mujer "liberada" -retomamos la pantomima- pero que como tantas mujeres en occidente estaba obsesionada con "tener" un hombre, dominada por la idea de posesión y por los celos.
"Mariétou, ocúpate de ti" me decían riéndose de mis historias en occidente, donde todas esperan un príncipe azul "¿Por qué esperar?". Y tenían razón. Compartir la vida con esas mujeres me aportó la paz necesaria para rehacer mi vida leer, escribir y ocuparme de mí misma.
La conversación deriva hacia los matrimonios burgueses antes en Europa donde los esposos tenían habitaciones separadas, lo que a Ken Bugul le parece indispensable.
- Yo sólo puedo amar a alguien que sea superior a mi en algún aspecto. Que tenga una pasión. O varias. Un músico, un pintor como Picaso (bueno, no, que tenía un carácter demasiado especial) mejor, Dalí. Que no esté pendiente de mi todo el tiempo, que me deje tener mi vida. Lo importante es que cuando estemos juntos, nuestra conversación, nuestro "vínculo" sea algo especial.
Yo quiero un amante, no un marido -concluye rotunda y sonriente.
Y podría aceptar ser la segunda mujer de alguien?
- Buff -se reclina en la silla- eso es sólo para grandes personalidades, un genio, un Marabout... que sean capaces de ello. Pero sí, si yo puedo hacer mi vida y cuando estemos juntos el vínculo es especial,sí. Me conviene -puntualiza con otra sonrisa un poco irónica.
Es imposible escribir todos los temas que fueron saliendo en la conversación, ni cómo acabamos hablando de encontrarnos en el Himalaya, su gran proyecto.
- Yo voy a subir a la cima del Himalaya, aunque me lleve el resto de mi vida -dice sin alterarse. Y si no fuera Ken Bugul, nadie creería que habla en serio...
Ken Bugul, que en wolof significa "que nadie quiere" (a veces como estratagema para librar a un niño de la muerte temprana que supuestamente le espera) me sienta en el trono de Benín para una foto, me abraza y me acompaña descalza y vigorosa saludando a los obreros por su nombre. Ya no puede ocultar su energía desbordante y cuando una vecina se acerca a contarle sus problemas y pedirle consejo queda claro que su nombre artístico no se corresponde con la realidad del cariño y admiración que despierta.
No se va hasta que, habiéndome dejado dentro del taxi -el taxista es un aspirante a yerno, me informa- me da dos besos y nos damos la mano izquierda para asegurarnos de que volveremos a encontrarnos.
Habrá que ir preparando las botas para el Himalaya...
Y usted ¿de qué casta es? -pregunto
- Badolo -afirma rotunda y estallamos los dos en carcajadas.
- También hay que tener en cuenta que con la crisis de los ochenta y los duros planes de ajuste estructural del Banco Mundial, Senegal acabó pidiendo dinero a los países árabes que fueron enviando "infiltrados" al país y que trataron de implantar su forma de ver la religión, la sharia... Y es en parte responsable de la "esquizofrenia" que sufre el Senegal actual entre sus propias tradiciones, las distintas versiones del islam y el capitalismo. Es curioso que hablemos de esto ahora en referencia al "Baobab que enloqueció" cuando es el tema del libro que acabo de terminar.
Pero antes de que la conversación se encamine por los senderos de la actualidad no quiero que se me pase preguntarle por la experiencia que cuenta en "Riwan o el camino de arena" en que tras volver de la traumática experiencia en Francia, la mujer "liberada" y occidentalizada se convierte en... la 28ª esposa de un marabout!
- Fue una experiencia maravillosa. Pero no era exactamente una esposa. Un marabout, como cualquier musulmán sólo puede tener cuatro esposas. Una debe ser de la propia familia, otra de una familia erudita, otra de familia real y la última de una familia diferente. Las demás son "taco", que significa "vínculo" ("le lien" en francés) -repite mientras cierra los puños con fuerza para resaltar la importancia de ese "algo" inmaterial que los une.
Yo lo conocía desde pequeña. Y cuando volví de Francia hecha pedazos todo el mundo me rechazó (por eso ahora no digo a casi nadie que estoy aquí, me cuesta olvidar cómo me trataron). Así que acudí a él para recibir ayuda espiritual y él me apoyó y me dió consejos y ternura. Un día me propuso "taco". Pero no tine nada que ver con el sexo, él tenía ya más de noventa años! Yo ni siquiera vivía con él. Iba a verle casi todos los días caminando, por eso el libro se titula "el camino de arena".
Muchas veces el marabout acoge en su casa a mujeres rechazadas por la sociedad y se liga a ellas para valorizarlas, para darles autoestima. Imagínate, no sólo te dice lo que vales sino que elige ligarse a ti. Eso te hace recuperar mucha confianza en ti misma
Además las otras mujeres del marabout me enseñaron muchísimo. A mí, la supuesta mujer "liberada" -retomamos la pantomima- pero que como tantas mujeres en occidente estaba obsesionada con "tener" un hombre, dominada por la idea de posesión y por los celos.
"Mariétou, ocúpate de ti" me decían riéndose de mis historias en occidente, donde todas esperan un príncipe azul "¿Por qué esperar?". Y tenían razón. Compartir la vida con esas mujeres me aportó la paz necesaria para rehacer mi vida leer, escribir y ocuparme de mí misma.
La conversación deriva hacia los matrimonios burgueses antes en Europa donde los esposos tenían habitaciones separadas, lo que a Ken Bugul le parece indispensable.
- Yo sólo puedo amar a alguien que sea superior a mi en algún aspecto. Que tenga una pasión. O varias. Un músico, un pintor como Picaso (bueno, no, que tenía un carácter demasiado especial) mejor, Dalí. Que no esté pendiente de mi todo el tiempo, que me deje tener mi vida. Lo importante es que cuando estemos juntos, nuestra conversación, nuestro "vínculo" sea algo especial.
Yo quiero un amante, no un marido -concluye rotunda y sonriente.
Y podría aceptar ser la segunda mujer de alguien?
- Buff -se reclina en la silla- eso es sólo para grandes personalidades, un genio, un Marabout... que sean capaces de ello. Pero sí, si yo puedo hacer mi vida y cuando estemos juntos el vínculo es especial,sí. Me conviene -puntualiza con otra sonrisa un poco irónica.
Es imposible escribir todos los temas que fueron saliendo en la conversación, ni cómo acabamos hablando de encontrarnos en el Himalaya, su gran proyecto.
- Yo voy a subir a la cima del Himalaya, aunque me lleve el resto de mi vida -dice sin alterarse. Y si no fuera Ken Bugul, nadie creería que habla en serio...
Ken Bugul, que en wolof significa "que nadie quiere" (a veces como estratagema para librar a un niño de la muerte temprana que supuestamente le espera) me sienta en el trono de Benín para una foto, me abraza y me acompaña descalza y vigorosa saludando a los obreros por su nombre. Ya no puede ocultar su energía desbordante y cuando una vecina se acerca a contarle sus problemas y pedirle consejo queda claro que su nombre artístico no se corresponde con la realidad del cariño y admiración que despierta.
No se va hasta que, habiéndome dejado dentro del taxi -el taxista es un aspirante a yerno, me informa- me da dos besos y nos damos la mano izquierda para asegurarnos de que volveremos a encontrarnos.
Habrá que ir preparando las botas para el Himalaya...