Plagiando un poco a Sabina, yo tardé en recorrer Mozambique, sólo 9 días... y quinientos coches.
A todos los que me dijeron que era imposible quiero decirles que yo tenía razón, pero que ellos tenían más sentido común jeje porque la paliza fue descomunal. El caso es que como quería pasar las navidades con Luis, y ampliar el visado costaba más de 60 euros decidí como siempre la opción menos sensata ;-)
Lo de pasar las navidades con Luis tenía su historia, le hacía ilusión invitar a su padre y a sus hermanos. Os cuento. Los padres de Luis se separaron por causa de la guerra. Renamo (los rebeldes pagados por Sudáfrica y los portugueses y supuestamente defendiendo la vida tradicional) secuestraron a sus padres como a tantos otros y los tuvieron en un campo cultivando y realizando tareas para ellos. Luis nació en ese campo y le pusieron el nombre de un general con el que sus padres habían hecho amistad (estas cosas de la guerra!), pero al poco sus padres decidieron escaparse una noche para poder cuidar de Luis y del resto de la familia, y se llevaron el hijo de otro de los secuestrados que no pudo escapar. Ellos lo consiguieron. Pero cuando estaban supuestamente fuera de peligro, su madre pisó una de esas malditas minas antipersona que siguen desperdigadas por todo el planeta. Desde entonces ni ella ni su matrimonio consiguieron volver a andar. El padre comenzó a beber, años después se separaron y finalmente su madre murió de una enfermedad del corazón.
Así que como no siempre se junta toda la familia, Luis quería hacerlo en su casa, en el pequeño terreno que rodea su casa de bambú. Como no había conseguido vender los cuadros iba a suspender la invitación, así que yo le dije que yo le ayudaba "pero sólo como si hubiera tenido una buena racha" porque tampoco quiero que la gente haga cosas que no haría si yo no estuviera allí. Lo primero que me sorprendió es que ni se le había ocurrido llamar a su hermana mayor (que cuida de hijas y sobrinas ella sola, una casa llena de mujeres digna de un relato de García Márquez) para compartir gastos y organizarlo juntos. Aquí el que invita se supone que lo paga todo, todo y se lleva los honores, eso si y demuestra que tiene dinero. Pero en este caso habló con su hermana. Pero desde el principio, una cuñada se enfadó porque fuera Luis, siendo pobre, el que invitara. SE ENFADÓ POR SER INVITADA. Ella no quería gastar el dinero de invitar pero no quería que otro, con menos dinero, quedase mejor. Después vinieron los problemas técnicos que para nosotros son chorradas pero allí fueron insalvables, organizar el transporte del padre a casa de Luis, luego la hermana le salió trabajo ese día y al final estuvimos sólo LA familia ;-) Luis, su novia y el hijo de la novia. Pero es que casi todos los vecinos cenaron y comieron casi como un día normal. Eso sí, luego nos fuimos a tomar cervezas donde un vecino que ya nos había invitado otro día a ver una peli y allí, bajo las estrellas comenzamos a reír y a bailar y se juntó gente que pasaba por el camino y en mi honor pusieron todas las canciones que encontraron de Enrique Iglesias ;-)
Y el día siguiente comenzó el rally: mil horas para llegar al turístico pueblo de Tofo donde tras un baño rápido, unas cervezas bajo la luna llena descifrando las figuras de las nubes con una suiza y su hermano y un sueño rápido, de nuevo chapas y más chapas hasta Villankulo (bromas aparte) donde me pegué el lujado de pasar un día entero para visitar la isla de Bazaruto en el archipiélago del mismo nombre, para intentar nadar con los delfines que jugaban cerca de nuestro barquito (con escaso éxito, luego me explicaron que tenía que haber hecho mucho ruido para que se acercasen por curiosidad, justo lo contrario de lo que hice :-()). Y luego perderme entre corales, mantas y fantásticos peces de colores (lo malo de bucear sin gafas y con miopía jeje), pero enseguida me encontró el resto de la tripulación y volvimos a tierra. Allí me junté con unos marineros tomando unas cervezas y acabé cenando en casa de uno de ellos. Aunque su mujer después me pidió dinero por la cena, pequeños gajes del oficio de meterse en la casa de todo el mundo!
Y nada, a Nampula en 22 horitas de autobús "exprés" durmiendo en el autobús parados en medio de la carretera porque la policía no deja conducir de noche (aunque aguantamos bastante entre sobornos y un policía que viajaba con nosotros y les convencía). Allí cogí una chapa para Isla de Mozambique. Tardó en salir porque alguien metió el brazo por la ventana, cogió las llaves, se puso a discutir porque los de mi chapa no se organizaban con el resto y decían que los pasajeros éramos sólo familia (imaginaros cómo me miraban a mi!) pero después de gritarse mucho le dejaron irse con las llaves, sacaron otras y partimos. Durante el viaje, la troupe de niñas y adolescentes empezaron a tocarme el pelo porque les encantaba y yo les dije que a mi me encantaban los masajes así que allí mismo se pusieron cuatro a masajearme la cabeza entre risas jeje los chicos se disputaban mi posterior compañía en la isla y al final me decanté por uno que me invitó a la boda musulmana de mi hermana. El chico en cuestión quería ser escritor y empezó a hacerme preguntas y allí mirando al mar yo me animé a responderlo como pude, sintiéndome como Neruda en la novela "el cartero y Pablo Neruda", un poco avergonzado, claro. Y la noche siguiente fue Nochevieja, como ya os conté en la otra entrada, con fuegos artificiales que cada uno lanzaba cuando daban las doce en su reloj, con el descojono que os podéis imaginar.
El famoso amanecer de año nuevo, el momento realmente esperado no lo pude ver con mis amigas japonesas, sino en otra chapa, hablando con mi hermana desde España y rumbo ya -tempus fugit- chapa, chapa, camión... a Pemba, intermedio necesario para llegar a otro archipiélago: el de Quirimbas y en otro barquito arribar a las costas de la isla de Ibo. También con casas coloniales semiderruidas y un encanto espectacular como el brillo del agua en las pieles de los niños que jugaban en el embarcadero, refulgiendo como peces de escamas negras. Y de nuevo un lugareño se decidió a no separarse de mi mientras estuviese en la isla. Pero el personaje más interesante fue Joao, un anciano entrañable que podría tener 240 años y que se autodenominaba historiador de la isla. Y desde su silla-tumbona de madera, tras sus gafas caídas, tras el aro azul que rodeaba misterioso sus ojos negros y con su sonrisa fácil contaba una vez más, y solo para mi, la historia de la isla, su gloria y su decadencia, las escasas olas que llegaron de la guerra, las viejas rencillas que aprovecharon ese momento para apuntar con su dedo a viejos enemigos (ay, las guerras) y cómo él mismo, de nuevo su sonrisa donde uno podía relajarse como en una mecedora, se salvó de morir dos veces, no como su acusador que se suicidó tras la independencia...
Y otro barquito, 4x4 de unos españoles cooperantes en la isla (de nuevo "es imposible hacer amigos en Mozambique" cuando Joao me había preguntado, "conoces a mi amigo el cooperante español?") y autobús, autobús, chapa, soborno infructuoso a la policía, dormir en un pueblo perdido, chapa, barquito, chapa y... por fin llegamos a la frontera con Tanzania en el último día de mi visado!! Por supuesto esto no habría sido posible sin Kingston, el amigo Masai del que ya os hablé, con su inseparable manta roja (que ahora está en mi mochila ;-) y su amistad inmediata e incondicional.
Pero ahora os dejo que tenéis que descansar de la parrafada y cuando pueda a ver si algún ordenador me deja colgar fotos.
Así que aquí terminan los caminos de arena de playa y comienzan los de arena y las carreteras de calidad chinorri. Se acaba el portugués tropical y familiar y comienza el swahili exótico pero todavía incomprensible. África del sur me invita a pasar a África del este. Así que en la próxima entrada Karibu (bienvenidos) a... Tanzania!!!