En el libro de Daniel Quinn que me dejó Itxaso, Ismael, -y que leí en el bucólico pueblo maasai que visteis en la entrada anterior- el autor busca las razones por las que nos estamos cargando el planeta. Y para ello en plan didáctico separa las culturas como las lentejas, Takers o Leavers, o lo tomas o lo dejas.
-¿El qué? -diréis-.
-Pues la... agricultura! Me explico:
Pongamos que entre otros sitios, en el Creciente Fértil, Mesopotamia
(actual Irak) hace la friolera de 8000 años a alguien se le ocurre
plantar cerca de casa las cositas que le gusta comer y dejar de ir de
aquí para allá conociendo mundo y buscando el sustento. El caso es que
le cojen gusto y ya quieren tener más comida que la que necesitan para
estar seguros que no van a pasar hambre. Y al tener más comida -y más
trabajo que hacer- se ponen a tener hijos como conejos. Y al ser tantos
necesitan expandirse par cultivar más tierras, quieran los vecinos o no
quieran. En el 4000 antes de Cristo, parece que algunos vecinos cazadores-recolectores o pastoralistas, como
los Semitas, no quieren.
Y como siempre, guerra. Los semitas en su propaganda, cuentan las cosas desde su punto de vista. Estos cabrones caucásicos que vamos a llamar Caín, que son hombres como nosotros (hijos de Adam, que quiere decir "hombre"), nos quieren matar porque tienen envidia de que nosotros con cazar un poco y recoger los frutos que Dios nos manda (total dos o tres horitas al día) estamos felices y adaptaos a nuestro entorno y ellos tienen que pasarse el día trabajando para tener un plato de alubias. Por algo los habrá castigado Dios!
El caso es que con propaganda o sin ella perdieron, pero esa historia pasó a sus herederos judíos, que aunque no la entendían mucho quedaba bien en el Génesis. Y desde entonces la cultura de los Takers -judeocristianos, nosotros- nos repite aquello de que la Tierra es para dominarla. Vosotros -susurra- no tenéis que cazar sólo para sobrevivir, podéis matar a vuestros competidores y seguir "creciendo y multiplicándolos" aunque con ello os carguéis la biodiversidad y en breve el planeta se vaya a la mierda con vosotros dentro.
¿Por qué os cuento todo esto?
Primero porque me acabo de terminar el libro. Segundo porque en el pueblo maasai un día llendo a por agua al charquito que se va secando poco a poco, se me ocurrió decir que por qué no hacían un pozo en condiciones.
-El gobierno pasa de nosotros
-Qué maní con echar la culpa al vecino. ¿Por qué no se reunen los ancianos y os ponen a todos a trabajar para hacer el pozo? Así en la estación seca no os faltaría agua ni se la beberían las vacas o los elefantes.
-Porque los ancianos eran nómadas, el gobierno les obligó a asentarse y además ahora lo que quieren es terminar sus días tranquilitos y sin mucho jaleo. El gobierno tendría que habernos enseñado a vivir en plan sedentario antes de obligarnos ...
En el momento sólo pensé "vaya huevazos que tienen los ancianos" y "esto es imposible, la culpa siempre la tiene otro". Pero luego empezé a fliparlo con que el señor con el que me gustaba conversar y tooodas las generaciones anteriores maasai habían sido nómadas hasta que llegó alguien y mandó parar. ¿Serían más felices antes? ¿Seríamos nosotros los que tendríamos que cambiar, renunciar a "poseer" tantas chorradas, ver cuántas personas puede soportar el mundo sin agotarse y hacernos un nudito en la colita? Vamos, las preguntas de siempre, pro ahora con un ejemplo. El caso es que empecé a verle con otros ojos.
-¿Y los machetes? -preguntaréis los más tiquismiquis- ¿A qué viene el título de reflexiones entre machetes?
Pues a que no iba a acabar esta entrada sin una aventurilla. El hijo del hombre de la mirada de los mil metros, como diría Dani. El que me había invitado a su casa "como amigo, no como turista, no te preocupes", cuando fui a darle algo de dinero por los gastos de agua y comida de esos días, "aunque me hayas invitado, por lo menos esto"... se transformó.
Me decía que tenía que darle más del doble de lo que le daba (las cantidades os van a parecer de risa, mis 20 euros y los 50 que el me pedía) pero cuando le dije que estaba feo eso de exigirle a un invitado una cantidad exacta de dinero, esperó a que metiéramos la mochila en la furgoneta (daladala), tuvieramos a la gente esperando dentro y nos rodearan sus amigos con machetes, para montar la de San Quintín, pero en plan maasai.
Me amenazó con llamar a la policía si no le daba lo que me pedía a lo que le dije con calma -creo- que si metía a la policía de por medio, ni 20 ni 50. Fue animando un poco a los espectadores en lengua maasai y finalmente unas cuantas manos se abalanzaron sobre nuestras mochilas, las sacaron del daladala y me informó de que no salía de ese pueblo hasta que no le pagara.
Chan, chan.
Tras descartar rápidamente mi primer impulso de volver a colocar las mochilas en el daladala, cogí aire, me relajé y cuando ya se fue nuestro transporte, retomamos nuestra "conversación". Él llamó a nuestro amigo en común, Charles, que era el que nos había presentado, para que me convenciera, pero cuando le dijo que cogiera lo que yo le daba y me dejara en paz, colgó y me "transmitió" que Charles me impelía a darle los 50 euros.
Más ejercicios respiratorios por mi parte.
Vino un amigo suyo del pueblo que nos caía mejor y nos aconsejó que entráramos en su casa para poder hablar sin dar el espectáculo. Lo que acepté en el acto porque suponía dejar de estar "amablemente" rodeado de tíos con machetes. En su salón sugirió que llegáramos a un punto intermedio.
Yo, hablando más despacio que Punset, y con una voz más tierna que el día de la madre intenté explicar que ahora, tras retenerme por la fuerza en el pueblo, darle más dinero me parecía ceder a una coacción y que, aunque agradecía sus esfuerzos, me sentía éticamente obligado a no ceder...
Bueno, el caso es que si no llega a ser porque mi amigo Charles llamó y le dijo en tono "conciliador" que como no me dejara salir del pueblo ni se le ocurriera volver a Arusha porque le iba a partir el cuello, no se yo como habrían terminado las negociaciones ;-)
Y todo, como no, por dinero. Parece que la sangre de Caín arraiga en pocas generaciones. Pero os dejo con el sms de su amigo del pueblo, porque me encantó:
"Sabes que soy un rastaman, no quiero ver gente discutiendo, pero me gustas porque eres realmente un hombre. Conoces tus derechos y luchas por la Verdad. Good."
Así que terminemos con esperanza. A ver si todos -yo el primero- nos hacemos unas sangrías de la sangre de Caín que corre por nuestras venas y disfrutamos de la tranquila vida de Abel en los diversos parajes de este mundo que todavía no nos hemos terminado de cargar del todo.
PD: Y en la próxima entrada ya os cuento las cosas bonitas del poblado maasai, la recogida de alubias, las experiencias con el brujo, y otras sorpresas ;-) Un abrazo!
Me amenazó con llamar a la policía si no le daba lo que me pedía a lo que le dije con calma -creo- que si metía a la policía de por medio, ni 20 ni 50. Fue animando un poco a los espectadores en lengua maasai y finalmente unas cuantas manos se abalanzaron sobre nuestras mochilas, las sacaron del daladala y me informó de que no salía de ese pueblo hasta que no le pagara.
Chan, chan.
Tras descartar rápidamente mi primer impulso de volver a colocar las mochilas en el daladala, cogí aire, me relajé y cuando ya se fue nuestro transporte, retomamos nuestra "conversación". Él llamó a nuestro amigo en común, Charles, que era el que nos había presentado, para que me convenciera, pero cuando le dijo que cogiera lo que yo le daba y me dejara en paz, colgó y me "transmitió" que Charles me impelía a darle los 50 euros.
Más ejercicios respiratorios por mi parte.
Vino un amigo suyo del pueblo que nos caía mejor y nos aconsejó que entráramos en su casa para poder hablar sin dar el espectáculo. Lo que acepté en el acto porque suponía dejar de estar "amablemente" rodeado de tíos con machetes. En su salón sugirió que llegáramos a un punto intermedio.
Yo, hablando más despacio que Punset, y con una voz más tierna que el día de la madre intenté explicar que ahora, tras retenerme por la fuerza en el pueblo, darle más dinero me parecía ceder a una coacción y que, aunque agradecía sus esfuerzos, me sentía éticamente obligado a no ceder...
Bueno, el caso es que si no llega a ser porque mi amigo Charles llamó y le dijo en tono "conciliador" que como no me dejara salir del pueblo ni se le ocurriera volver a Arusha porque le iba a partir el cuello, no se yo como habrían terminado las negociaciones ;-)
Y todo, como no, por dinero. Parece que la sangre de Caín arraiga en pocas generaciones. Pero os dejo con el sms de su amigo del pueblo, porque me encantó:
"Sabes que soy un rastaman, no quiero ver gente discutiendo, pero me gustas porque eres realmente un hombre. Conoces tus derechos y luchas por la Verdad. Good."
Así que terminemos con esperanza. A ver si todos -yo el primero- nos hacemos unas sangrías de la sangre de Caín que corre por nuestras venas y disfrutamos de la tranquila vida de Abel en los diversos parajes de este mundo que todavía no nos hemos terminado de cargar del todo.
PD: Y en la próxima entrada ya os cuento las cosas bonitas del poblado maasai, la recogida de alubias, las experiencias con el brujo, y otras sorpresas ;-) Un abrazo!