Jeje. En la entrada anterior yo quería contaros mi viaje por Rumanía con mi hermana pequeña, el frío, las risas los amigos americanos con dos rumanas que nos echamos cuando perdimos los seis el mismo tren al no enterarnos que habían cambiado la vía en que paraba. Fue en Sinaia, veníamos de ver el castillo de Peles, un castillo fabuloso que si estuviera en Francia tendría fama mundial. Con habitaciones temáticas de distintos países y adaptadas a cada invitado. Con una reina que hablaba seis o siete idiomas y había traducido varias obras en la línea del príncipe rumano que escribió una historia de los turcos que durante un siglo fue el único texto europeo al respecto. Es increíble que creamos conocer la historia de Europa ignorando olímpicamente toda centroeuropa y Europa del este. Había un zumbao en la estación que había sido soldado con los comunistas y que había cortado las manos a algunas mujeres por conducta indecorosa... o eso le entendí yo!
En fin, que esa noche acabamos durmiendo con ellos (chicos por un lado y chicas por otro) y hablando de las mujeres rumanas-europeas-americanas y por extensión de los hombres de las distintas latitudes. Uno de los americanos era el típico buenecito capitán del equipo de rugby pero el otro tenía una ironía que hizo las delicias de aquella noche. A la mañana siguiente fuimos al castillo de Drácula donde lo más terrorífico fueron los japoneses que lo habían invadido. Paseamos por Brasov, una ciudad agradable, de calles espaciosas y bien cuidada aunque quizá con menos personalidad que otras ciudades rumanas.
Mucho más miedo pasamos en Sigishoara, ciudad medieval donde nació Drácula. Por esta "perla de los Cárpatos" fuimos a dar un paseo completamente solos por la noche y descubrimos luces verdosas en las ventanas de algunas torres, subimos unas escaleras techadas e inacabables hasta una iglesia solitaria en que también había una luz en su parte más alta y al volver a bajar y pasear entre las casas y los perros callejeros empezamos a oír el llanto de un niño al que nadie consolaba...
A la mañana siguiente huimos rumbo a Sibiu, otra ciudad supuestamente medieval pero de calles muy espaciosas y un orden excesivo fruto del dominio Austriaco. Lo que sí que no heredaron es la organización en los transportes y tuvimos que insistir varias veces hasta conseguir unos billetes de vuelta a Bucarest por la noche aunque con parada en una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme porque en ella tuvo lugar una de las escenas más grotescas y para vosotros divertidas ;-) del viaje: Sólo estaban cuatro personas que no se conocían de nada y unas neveras enormes llenas de bebidas en que mi hermana pensaba que llevaban acordeones. Uno de ellos era un hombre de aspecto soviético con gorro de orejeras, gafas de culo de vaso y borracho como una cuba. Mientras esperábamos a media no che, entre las vías y con un frío infernal, el hombre no era capaz de mantenerse en pie. Yo me adelanté para sujetarle y de repente me doy cuenta de que... me está tocando el culo!! le aparto las manos que intentan alcanzar mi trasero o mi "delantera" y en un último y repugnante gesto saca la lengua en un gesto que me imagino trataría de ser lascivo...
En esto que llega el tren. Salvados por la campana. Él se cae a las vías. Yo no puedo bajar a cogerle porque han atascado la salida con las neveras enormes, pero por suerte alguien lo levanta y consigue subir al tren. Bufffff
Al llegar a Bucarest dejamos las cosas en el Funky Chicken y sin ducharnos ni nada nos fuimos a un parquecito lleno de sillas con encanto y aparentemente cómodas que seguramente usará alguien cuando el tiempo sea un poquito mejor ;-) de ahí a la casa del pueblo ya comentada y después de que en el museo de Historia nos dijeran que no se podía visitar por reformas nos pegamos una buena jamada en el sitio donde habíamos cenado el primer día y que os recomiendo: Caru´cu bere. Esta vez sin música de Bisbal ni tios bailando con mallas rosas. Y de ahí al Museo nacional de Arte con un montón de pintores acabados en -escu, pasando por todas las vanguardias. Una chulada más apta para no venir después de toda la noche en el tren jeje. [Por cierto, el primer día ya nos habíamos dormido en el Ateneo, en un concierto de su "célebre" músico George Enescu.]
Mi hermana estaba abiertamente cansada y yo lo estaba también aunque más disimuladamente, así que nos fuimos al parque más grande de Bucarest y descubrimos... que allí estaba todo el mundo!!! Y además otra cosa escalofriante. Los rumanos visten igual allí que en España (es decir con chandal y muy horteras) pero... se ponen vaqueros para hacer deporte!! En fin que nos tumbamos un ratito y dimos unas vueltecitas en la Noria antes de ir a buscar a mi amigo Nacho y compañía para descubrir el ambiente nocturno de Bucarest.
El resto no es apto para ser contado en un blogg público ;-) Hasta la próxima!!