Hola camaradas. Estirando un poco el viaje, nos vamos otra vez a las montañas del Cáucaso. Pero esta vez un poco más al Este, en Kazbegi, para intentar atisbar el mítico monte Kazbek donde dicen que sufre Prometeo eternamente su castigo por entregar el fuego a los hombres. Quizá se lo dió concretamente a los legendarios orfebres de la Cólquide...
De camino paramos a ver la fortaleza/monasterio de Ananuri, especialmente pintoresco por tener un lago a sus pies...
Seguimos rumbo al norte pero paramos una vez más ante un monumento un tanto surrealista a la amistad Ruso-Georgiana, donde para completar el cuadro hay mucha gente haciendo parapente :-)
Pero por fin, y tras cambiar a un 4*4 para poder hacer el último tramo, llegamos a uno de los lugares más venerados de Georgia: la iglesia de Tsminda Sameba. Y desde allí, imponente, se alza el monte Kazbek.
Nos quedamos un rato más contemplando el monte Kazbek con sus cabellos de nieve y pidiendo perdón en la distancia a Prometeo por lo mal que hemos usado el fuego que con tanto sacrificio nos entregó. Y finalmente volvemos a casa, a la cálida Tiflis que nos acoge con los brazos abiertos ya en su hermoso vestido de luces.
Si puede ser que Prometeo entregase el fuego a los orfebres de la Cólquide, ¿por qué no pensar que Dionisos entregó la vid a los habitantes de Kaheti en la antigua Iberia caucásica (actual Este de Georgia)?
Así que al día siguiente, de despedida, no nos resistimos y nos vamos con otras cinco personas en busca de los viticultores. Un poco a regañadientes -porque eso no estaba en el tour- al insistir yo, el conductor accede a parar en unos viñedos al azar para ver cómo recogen la uva. Los pillamos en un descanso, pero les hacemos gracia los turistas y me dejan unirme a la vendimia y ponerme manos a la obra. En algo se me tenían que notar los genes riojanos :-)
El conductor ya sí que se negó a buscar un sitio que siguieran el método tradicional Georgiano de enterrar la uva prensada con piel y todo dentro de unas ánforas para que fermente. Pero cuando nos dejó una hora en "la ciudad del amor" para comer, yo fui preguntando por el pueblo hasta que encontré alguien que me enseñó las famosas ánforas en la bodega de su restaurante, donde hacían su propio vino.
Ya satisfecho, me senté a comer y por supuesto, me bebí una copa de su vino, hecho al método tradicional. Tiene un sabor muy afrutado -muy "natural" dicen ellos- y un color ámbar debido a la fermentación con la piel de la uva y a su variedad de uva, más pequeña que la española (y que la azerbaiyana) pero muy sabrosa, lo digo por experiencia :-) Así que...
Salud! Gaumarjos!
No os he contado que ya íbamos un poco envalentonados porque nada más salir de Tiflis habíamos parado a ver cómo procesaban el vino y habíamos echo una cata de seis vinos, nada menos. Incluído el conductor!! El que más nos gustó fue "el favorito de Stalin", por conectar con la entrada anterior.
Y con esa misma alegría habíamos ido también a Bodbe, al monasterio de Santa Ninó, la santa que expandió el cristianismo en Georgia y en los últimos años vino a retirarse por estos parajes y quizás también degustó alguno de sus mostos, que lo cortés no quita lo valiente :-)
Al volver a Tiflis, conseguimos llegar a tiempo para ver la torre del reloj dando las siete...
Y para redondear el día, por fin consigo ir a los famosos baños termales que dan nombre a la ciudad. Es un baño público que parece lleno de hombretones calvos y orondos haciéndose bromas entre ellos (echándose agua fría, por ejemplo, o dándo a otro un cachete en el culo por sorpresa). Sólo había uno muy delgadito que yo creo que se fue enseguida, por vergüenza :-) Menos mal que me duraba el efecto del vino, porque el masajista (que también estaba desnudo y tenía tanto pelo en todas partes menos en la cabeza que parecía un oso) me crujió hasta articulaciones que no sabía que tenía :-)
Ya relajado y cenando con una amiga iraní en un restaurante con danzas tradicionales, me imagino a Dioniso brindando con Prometeo y diciéndole: ¿Ves? No sé por qué te tomaste tantas molestias para darles el fuego, con lo felices que les hice yo con un simple racimo de uvas?
¡Que sean ustedes muy felices!
De camino paramos a ver la fortaleza/monasterio de Ananuri, especialmente pintoresco por tener un lago a sus pies...
Seguimos rumbo al norte pero paramos una vez más ante un monumento un tanto surrealista a la amistad Ruso-Georgiana, donde para completar el cuadro hay mucha gente haciendo parapente :-)
Pero por fin, y tras cambiar a un 4*4 para poder hacer el último tramo, llegamos a uno de los lugares más venerados de Georgia: la iglesia de Tsminda Sameba. Y desde allí, imponente, se alza el monte Kazbek.
Nos quedamos un rato más contemplando el monte Kazbek con sus cabellos de nieve y pidiendo perdón en la distancia a Prometeo por lo mal que hemos usado el fuego que con tanto sacrificio nos entregó. Y finalmente volvemos a casa, a la cálida Tiflis que nos acoge con los brazos abiertos ya en su hermoso vestido de luces.
Si puede ser que Prometeo entregase el fuego a los orfebres de la Cólquide, ¿por qué no pensar que Dionisos entregó la vid a los habitantes de Kaheti en la antigua Iberia caucásica (actual Este de Georgia)?
Así que al día siguiente, de despedida, no nos resistimos y nos vamos con otras cinco personas en busca de los viticultores. Un poco a regañadientes -porque eso no estaba en el tour- al insistir yo, el conductor accede a parar en unos viñedos al azar para ver cómo recogen la uva. Los pillamos en un descanso, pero les hacemos gracia los turistas y me dejan unirme a la vendimia y ponerme manos a la obra. En algo se me tenían que notar los genes riojanos :-)
El conductor ya sí que se negó a buscar un sitio que siguieran el método tradicional Georgiano de enterrar la uva prensada con piel y todo dentro de unas ánforas para que fermente. Pero cuando nos dejó una hora en "la ciudad del amor" para comer, yo fui preguntando por el pueblo hasta que encontré alguien que me enseñó las famosas ánforas en la bodega de su restaurante, donde hacían su propio vino.
Ya satisfecho, me senté a comer y por supuesto, me bebí una copa de su vino, hecho al método tradicional. Tiene un sabor muy afrutado -muy "natural" dicen ellos- y un color ámbar debido a la fermentación con la piel de la uva y a su variedad de uva, más pequeña que la española (y que la azerbaiyana) pero muy sabrosa, lo digo por experiencia :-) Así que...
Salud! Gaumarjos!
No os he contado que ya íbamos un poco envalentonados porque nada más salir de Tiflis habíamos parado a ver cómo procesaban el vino y habíamos echo una cata de seis vinos, nada menos. Incluído el conductor!! El que más nos gustó fue "el favorito de Stalin", por conectar con la entrada anterior.
Y con esa misma alegría habíamos ido también a Bodbe, al monasterio de Santa Ninó, la santa que expandió el cristianismo en Georgia y en los últimos años vino a retirarse por estos parajes y quizás también degustó alguno de sus mostos, que lo cortés no quita lo valiente :-)
Al volver a Tiflis, conseguimos llegar a tiempo para ver la torre del reloj dando las siete...
Y para redondear el día, por fin consigo ir a los famosos baños termales que dan nombre a la ciudad. Es un baño público que parece lleno de hombretones calvos y orondos haciéndose bromas entre ellos (echándose agua fría, por ejemplo, o dándo a otro un cachete en el culo por sorpresa). Sólo había uno muy delgadito que yo creo que se fue enseguida, por vergüenza :-) Menos mal que me duraba el efecto del vino, porque el masajista (que también estaba desnudo y tenía tanto pelo en todas partes menos en la cabeza que parecía un oso) me crujió hasta articulaciones que no sabía que tenía :-)
Ya relajado y cenando con una amiga iraní en un restaurante con danzas tradicionales, me imagino a Dioniso brindando con Prometeo y diciéndole: ¿Ves? No sé por qué te tomaste tantas molestias para darles el fuego, con lo felices que les hice yo con un simple racimo de uvas?
¡Que sean ustedes muy felices!
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