Sunday 11 September 2022

Siguiendo las huellas de Bucéfalo

Tras mucho caminar por los Balcanes agachándonos en cada cruce de caminos para comprobar, acariciando la tierra con la palma de la mano, si había sido hollada por las poderosas patas de Bucéfalo, por fin...

No. No nos referimos a esta pequeña estatua suya en Tesalónica (en comparación a las de Macedonia del Norte), ni a las casi inexistentes menciones a Alejandro Magno en el museo de arqueología de Tesalónica. Aunquepor otra parte el museo está genial para imaginar la vida cotidiana en esa época a través de objetos como los estrigilos de metal que usaban los jóvenes para retirarse la arena y el sudor mientras se ejercitaban en la palestra o la conmovedora estela funeraria en que podemos sentir la tristeza de un padre que acaba de perder a su joven hijo.

Sino al mismísimo lugar de nacimiento del gran Alejandro. Las ruinas de la capital del imperio Macedonio que Demóstenes trataba de denostar en sus discursos. Las ruinas de una ciudad con un ágora descomunal. Las ruinas de la gran ciudad de Pella.

Nada mejor que detenernos un momento a la sombra de lo que antaño fue la elegante villa de una rica familia, para contemplar el delicado mosaico que plasma el momento del rapto de Elena por Teseo...


Ya que hemos llegado hasta aquí, hacemos nuestras ofrendas y presentamos nuestras plegarias a la diosa del amor (que falta me hace 😅) y a la "madre de los dioses".



Y del lugar de nacimiento del que luego sería hegemón de los griegos, faraón de Egipto y rey de los persas, nos vamos al lugar de su coronación: Vergina, la antigua Egas (en griego Αἰγαί pronunciado por enguía como "Eyé") que además fue capital de los macedonios antes que Pella. 

Lo más importante que queda en Vergina es el gran túmulo funerario donde se mantuvo enterrada intacta durante más de 16 siglos la tumba de Filipo II de Macedonia.

Descendemos bajo tierra por la magnífica reconstrucción del túmulo y, en el mismo lugar en que estuvo durante siglos, encontramos en una solemne semioscuridad las puertas de la cámara mortuoria del padre de Alejandro Magno.


Si seguimos tan solo unos pasos, a su lado, encontramos su espléndida corona de hojas doradas de roble, el cofre de oro que contenía sus huesos después de la incineración de la carne y... otra tumba.


De la oscuridad, salimos por fin a la luz.

Pero esta travesía no puede terminar sin un recuerdo para un compañero de viaje muy especial que ha estado muy presente para mi durante todo este tiempo...


Como habéis visto, me he emocionado tanto que no he dicho las palabras exactas del brindis que hacía mi padre.  

Así que, como haría Alejandro durante el funeral del suyo, vuelvo a invocar a Dioniso y repetir el brindis con las palabras exactas para entrechocar las copas en su honor con todos los que nos habéis seguido en este viaje por los Balcanes y nos acompañaréis en los siguientes. 

"Brindo porque brindo
y porque tengo que brindar,
por mi padre Cesitar,  
por todos nuestros familiares y amigos
Y por lo bien que lo vamos a pasar.

Arriba, abajo, a un lado, a otro, al centro y...
pa' dentro"

No comments: