Si tuviera que quedarme con una sola imagen de Prístina (o de Kosovo), sería la creada por los jóvenes estudiantes Kosovares colaborando con los de Berlín para pensar juntos cómo dar vida de nuevo a una enorme fábrica de ladrillos en ruinas. Recogiendo las historias de los antiguos obreros, han dibujado un mural del que rescato el trocito en el que aparecen juntos -como si el resto fuera apenas un suspiro de la historia-, una diosa neolítica sentada en su sencillo trono y un humilde trabajador de la fábrica reclamando, simplemente, que su voz sea escuchada.
El periplo de la estatuilla de esta diosa neolítica de la fertilidad también es interesante. Según nos contó el guía del freetour, en el contexto del conflicto con Serbia todas las obras que estaban en el museo de Kosovo (edificio curiosamente de estilo austriaco) se las llevaron a Belgrado. Esta estatuilla es, de momento, la única pieza que Serbia ha aceptado entregar de nuevo al museo. El resto de los objetos que se pueden ver son nuevas adquisiciones entre las que cuesta encontrar algo de la Dardania anterior al imperio romano (la ciudad de Prístina se asienta más o menos en el lugar de la antigua Ulpiana).
Para imaginarnos cómo sería el Kosovo anterior a la llegada de los otomanos, nos acercamos al monasterio ortodoxo de Gračanica en el sur de Prístina construido en 1321.
Allí pudimos hablar con un guía local que, además de aclararnos que el rey Milutin ya había muerto cuando pintaron el fresco en el que aparece con su madre, nos contó un poco su propia historia. En sus palabras, él es un serbio nacido en Bosnia que por razones personales quiso venirse a vivir a este pueblo de Gračanica que, como os hemos contado, es de mayoría serbia.
Según él, desde hace unos años los habitantes se sienten más seguros aquí (los incidentes ya parece que son muy esporádicos) pero siguen teniendo miedo a viajar por el resto de Kosovo. Sobre todo porque al ver su matrícula serbia cubierta (para poder circular por Kosovo, igual que los coches kosovares por Serbia), pueden dañar su coche una vez aparcado, especialmente de noche. También vimos el memorial a los desaparecidos (mayoritariamente serbios) supuestamente a manos del ejército de liberación de Kosovo (en Prístina hay otro a los desaparecidos albaneses atribuidos al ejercito de Serbia).
Para desconectar un poco, entramos en un concurrido café en el que vemos a un camarero con un fajo de billetes serbios, mientras otro pasaba por las mesas con una bandeja con euros.
En todo caso, si nos olvidamos del pasado y salimos a la calle nos daremos cuenta de que es temporada de pimientos rojos y el pueblo entero huele exactamente igual que cuando mi familia (y yo, claro) embotábamos pimientos asados en Humienta. Al final, todos somos humanos y es más lo que nos une que lo que nos separa. ¡Sobre todo si el estómago está contento!
Inevitablemente se nos hace la boca agua 🤤 y hay que volver a Prístina y buscar un sitio para comer.
Intentando no liarnos mucho con la historia con el estómago lleno 😅, no podemos dejar de mencionar que en 1389 tuvo lugar la batalla de Kosovo que incorporó este antiguo bastión del imperio ortodoxo Serbio al imperio otomano en el que permaneció por más de quinientos años.
El bazar ya no está en su localización original y no es muy fotogénico, pero la que sigue en pleno uso y con un encanto espectacular es la mezquita que el sultán Mehmed Fatih (el Conquistador) mandó construir en 1461. Pudimos relajarnos contemplando a los viejitos alargando un poco las abluciones para charlar de sus cosas y el cuidado con el que acercaban en silla de ruedas hasta la puerta a unas personas con discapacidad mientras unos chavales jugaban despreocupadamente con su pelota en los jardines...
Para bajar la comida y el empacho de historia, nada mejor que un paseo por la vibrante y moderna Prístina que hicimos primero con nuestro guía y lo grabamos después para vosotros casi de noche. Como no hemos podido editarlo, os lo ponemos en tres trocitos 😅
Las exposiciones del manifesta 14 -tranquilos, no lo vimos todo el mismo día- nos encantaron. Es maravilloso que coincidiéramos con esta exposición de arte nómada que contribuye tanto a dar visibilidad a artistas locales y dar nuevos significados a algunos espacios urbanos. El ejemplo más asombroso para nosotros ha sido la genial ocurrencia del artista suizo Ugo Rondinone de pintar de un rosa brillante una gigantesca escultura gris de cuando Kosovo era parte de Yugoslavia (y que una joven nos contó que antes ni la miraba porque era aburrida y ahora le encanta verla desde lejos).
De hecho, desde algunos espacios de exposiciones del Grand Hotel se veía también la Biblioteca Nacional (ya de por sí muy interesante con sus cubos inpirados en la tradición latina y las cúpulas para la entrada de luz de estilo otomano), tamizada por la exposición de cada artista 🤓 En este caso la vemos rodeada de nubes, como quizá lo esté la mente de algún lector de la biblioteca en este preciso momento...
Y como no os vamos a contar del piso 9° al 3° cada exposición que vimos, me despido de nuevo desde la fábrica de ladrillos, donde los estudiantes y artistas siguen construyendo el futuro de Kosovo y donde Diego casi consiguió que nos incluyeran en la foto del cartel del Manifesta 14 😜 Un abrazo y nos vemos en... Tesalónica!
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